28/Jul/2016
Empecemos confirmando la máxima del post: Sí, de vez en cuando hay que rechazar propuestas, y decir educadamente que no estamos interesados en trabajar con ese cliente, ese planteamiento o ese equipo. Y no pasa nada. Aceptar todo no significa ser más agradecido o más profesional.
Decir que «no» también tiene cosas buenas, y en muchas ocasiones es una decisión acertada. Te ahorra muchos problemas, en función del proyecto. No implica ser grosero, despreciar a nadie o tener una actitud presumida. Significa simplemente que no te interesa.
Ojo, el título es rechazar un proyecto, no un cliente. Es decir, que a veces simplemente se descarta un trabajo concreto, aunque sigamos ayudando a la compañía en otros frentes.
A veces incluso agradecen que digamos que no a algunas peticiones, se lo toman como signo de sinceridad y confianza. Además, refuerza nuestro posicionamiento de especialización en determinadas áreas.
¿Cómo saber si debes decir que no? Dos años y medio después de empezar a presentar propuestas, apuntarnos a concursos y tragarnos decenas de reuniones, me han ayudado a cerrar una lista de alertas que debes tener en cuenta cuando se te presenta un nuevo proyecto digital.
Estas banderas rojas no son universales; a veces incluso puede haber dos o tres y aún así todavía aceptamos el proyecto. Otras, con que se cumpla uno de los requisitos lo descartamos.
Eres tú quien debe darle el valor a cada una, pero lo que sí es seguro es que todas ayudan a que el trabajo sea más complicado, lento y peligroso.
– Está muy lejos de tu core. Servicios que te piden y que no controlas. Aunque lo esternalices, nunca podrás desentenderte. La calidad y el valor que aportes se alejará mucho de los proyectos donde tu función sí sea tu especialidad. Hacer de todo no significa ser eficaz, sino desesperado.
– No lo aterrizas en dos reuniones. Ideas que no se transforman en un plan de acción, o al menos en una hoja de ruta con unos objetivos mínimos, un timing y una previsión de recursos. No hace falta algo muy específico, pero si en un par de conversaciones notas que está todo muy en el aire, cuidado, puedes estar mareado durante mucho tiempo.
– No hay presupuesto aproximado. Imposible preparar planes sin saber de qué posibilidades estamos hablando. Las propuestas varían un montón en función de si tienes 3.000, 30.000 o 300.000 euros. No te arriesgues a trabajar para nada, simplemente porque no saben, quieren o pueden decirte las herramientas que tendrás para trabajar.
Además, saber el presupuesto es un signo de tener un plan mínimamente pensado, y el propósito serio de ir a por él.
– No hay representante del cliente. Aquí entra también que la persona de contacto esté demasiado arriba en la organización como para dedicarte tiempo o demasiado abajo como para poder tomar decisiones sin consultar al de arriba, que a su vez está muy ocupado.
Exige un contacto concreto, con nombre y apellidos, que pueda decidir y tenga directamente asignada la tarea de responder a tus llamadas y emails. Lo ideal es que sus objetivos estén alineados con las tareas que te han pedido.
– No hay feeling. Por lo que sea; no encajáis en el tú a tú, no te gusta la filosofía de la empresa, del departamento… A veces incluso pasa que el papel que te quieren dar es incompatible con las ambiciones personales de un cargo en concreto. No pasa nada, di que no, y a otra cosa.
– No hay contacto directo. Esto es más pensando en los leads que entran. Si no te viene un mínimo de información, te piden ‘packs de presupuesto’ o no te dejan el número de teléfono, no les dediques tiempo. Es el primer síntoma de cliente que no interesa. Nosotros siempre respondemos, pero nunca le dedicamos recursos a preparar propuestas para contactos de este estilo.
Y tú, ¿Cuándo dices que no a un proyecto? ¿Tienes algún caso interesante?
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